
El futuro está en el exterior
Berlín, Alemania - 2045
Valeria Restrepo observaba la torre de telecomunicaciones de Berlín desde la ventana de su apartamento en Friedrichshain. A sus 34 años, trabajaba como ingeniera de inteligencia artificial en Neuralink Europe, una de las corporaciones más avanzadas en neurotecnología. En su escritorio, un mensaje holográfico del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia parpadeaba con insistencia: "Recordamos a los profesionales migrantes la posibilidad de acceder a incentivos de retorno". Pero Valeria ya no estaba segura de querer volver.
Desde inicios de la década de 2030, la migración laboral de colombianos había cambiado radicalmente. La globalización del talento había convertido a los profesionales colombianos en un bien codiciado, especialmente en sectores como la tecnología, la salud y la ingeniería. Para sostener la economía, golpeada en extremo por una recesión mundial que se prolongó hasta bien entrados los 2030 y por el sostenimiento de la descarbonización de la economía, el gobierno colombiano lanzó en 2032 el Programa de Talento Global, financiando educación profesional especializada en servicios de tecnología para miles de jóvenes con la condición de que emigraran a países aliados, enviaran remesas y acumularan conocimiento. Las universidades colombianas, de la mano de gobiernos y empresas de los países destino, ajustaron sus currículos para alinearse con las demandas de mercados como Alemania, Canadá y Australia, generando un éxodo masivo de talento.
Valeria fue una de las beneficiarias del programa. Había aceptado la oferta sin dudar: una carrera financiada por Europa pero tomada en Colombia, un trabajo asegurado, un salario en euros. Sin embargo, tras casi 10 años de vivir en Alemania, su arraigo con Colombia se fue debilitando y su interés en retornar se fue desvaneciendo. Su hermano menor, también ingeniero, acababa de aceptar una oferta en Singapur. Su madre, que aún vivía en Bogotá, le decía por videollamada: "Mija, en la familia ya nadie trabaja en Colombia".
El dilema llegó con una oferta inesperada: Neuralink le ofrecía su patrocinio para obtener la nacionalidad alemana, además de un bono de retención si renunciaba a la posibilidad de regresar a Colombia dentro del programa de talento. Permanecer significaba consolidar su vida en Alemania; volver implicaba reconstruir una carrera en un país donde las oportunidades seguían siendo limitadas y donde ya había perdido sus redes y contactos, lo que significaba en términos prácticos comenzar de cero.
Sentada en su escritorio, Valeria leyó el mensaje del Ministerio colombiano por última vez antes de borrarlo. Sabía que su decisión no era sólo personal: era un reflejo de la realidad de miles de colombianos que, como ella, habían convertido el extranjero en su hogar definitivo.